Un cambio necesario

Artículo de opinión en Noticias de Gipuzkoa.

Hoy en plena crisis de una sociedad gestionada por el neoliberalismo, Ezker Batua-Berdeak afronta su VII Asamblea de Gipuzkoa con una evidente crisis teórica y programática, incapaz de ser sujeto adecuado a los nuevos desafíos.

EB-B en particular, y la izquierda en general, evidencian una insuficiencia o carencia de proyecto y también, y no en menor medida, en lo relativo a su naturaleza orgánica, relaciones con la sociedad civil, e identificación de sus actuales funciones y de las formas de llevarlas a cabo.

Esta crisis se expresa tanto en la pérdida de su capacidad de atracción y convocatoria entre la ciudadanía, como en una evidente disfuncionalidad de sus actuales estructuras, hábitos, tradiciones y maneras de hacer política, con las exigencias que la realidad social reclama de un actor político de carácter transformador de la sociedad, en proceso de renovación sustantiva.

La izquierda de Euskadi necesita dotarse de una organización política influyente, en la medida que necesita construir una fuerza popular antisistema para transformar cualitativamente la sociedad. Y esto es por una doble razón. En primer lugar, porque la transformación no se produce espontáneamente, las ideas y valores que prevalecen en la sociedad capitalista invaden a toda la sociedad e influyen especialmente en los sectores menos provistos de armas teóricas de distanciamiento crítico. En segundo lugar, porque es necesario que seamos capaces de vencer a fuerzas inmensamente más poderosas que se oponen a esa transformación, y ello no es posible sin una plataforma política que formula propuestas, capaz de dotar a miles de personas de una voluntad única, al mismo tiempo que unificadora de las diferentes prácticas emancipatorias. Pero para que ello sea posible se necesitan nuevas formas de hacer política y de relación con las distintas sensibilidades de izquierda en Euskadi. Las dificultades para un perfilamiento alternativo son enormes.

La izquierda que nosotros y nosotras representamos no está siendo capaz de articular una alternativa rigurosa y creíble ante la sociedad porque venimos adoptando prácticas políticas muy poco diferenciadas de la praxis habitual de los grandes partidos tradicionales, sean de supuesta izquierda, de centro o derecha. Nuestra organización traslada un mensaje que luego no se traduce en actos que la sociedad perciba coherentes con el discurso. De hay su indiferencia. La indiferencia es feroz. Constituye -como dijo Viviane Forrester- el partido más activo, sin duda el más poderoso de todos. Y lo peor es que esta indiferencia constituye para las clases dominantes la mayor victoria.

Estamos instalados en el argumento de que la política es el arte de lo posible, de institucionalizar nuestro hacer política a costa de lo que sea, tal que hemos asumido la imposibilidad de cambiar las cosas debido a la tan desfavorable correlación de fuerzas existente, considerando que no nos queda otro camino que ser realista y reconocer esa imposibilidad adaptándonos oportunistamente a la situación existente. El duradero matrimonio con el PNV es una muestra clara de lo expuesto.

Así no puede ser, si la izquierda, si quiere ser tal, no puede definir la política como el arte de lo posible. A la realpolitik debe oponerse una política, sin renunciar a la utopía, sin negar la realidad, que vaya creando las condiciones para transformarla. Ya Gramsci criticaba el realismo político "excesivo" porque éste conduce a afirmar que los políticos deben operar sólo en el ámbito de la realidad "efectiva" y que no deben interesarse por el "deber ser", sino únicamente por el "ser", lo que implica que estos políticos no son capaces de ver más allá de sus narices.

Así estamos. Para que la mirada nos alcance más allá de esa parte de nuestra cara, debemos hacer comprender que este sistema que gobierna nuestro mundo es el que más sufrimiento real causa a los seres humanos, que es la maquinaria más depredadora que ha conocido el mundo, y que nuestra única razón de ser, nuestro único objetivo identitario, es la idea lógica del cambio socialista.

Debemos comprender que tener una organización que quiere "otra forma de hacer política" debe suponer que renunciamos a las luchas de banderías para optar por puestos políticos remunerados y, que efectivamente, así lo entienda la sociedad en la que nos asentamos.

Pero para ello necesitamos una estrecha vinculación con la sociedad. No se trata sólo de afiliar gente en la organización partidaria y a la sociedad en el proyecto partidario. También, y más importante que lo anterior, es meter la política en la vida de la gente y a la organización partidaria en la sociedad. La identidad militante debe legitimarse hacia fuera, más que hacia dentro. Eso significa que deberíamos emplearnos en buscar más tiempo en vincular nuestra organización con la sociedad.

Luchar no sólo contra la explotación económica de los trabajadores, sino también ante las diversas formas de opresión y destrucción de las personas y la naturaleza, que van más allá de la relación entre el capital y el trabajo. Debemos comprender el potencial político radical y transformador que existe en la lucha de muchos sectores sociales.

Se trata de esforzarnos en ser una instancia articuladora de las distintas prácticas sociales emancipatorias, sin pretender integrarlas en la organización partidista, sino ser un facilitador de colaboraciones para articular sus prácticas de lucha en un único proyecto transformador, generando espacios de encuentro para que los diversos malestares sociales puedan reconocerse y crecer en luchas específicas y se referencien en la izquierda transformadora, para sumar a todos ellos en ese cambio necesario de esta sociedad capitalista al borde del abismo por su insaciable codicia. Y sólo se suma si se respeta a los demás, si se es capaz de compartir responsabilidades de lucha y poder con todas las fuerzas que se apuestan abiertamente por esa clase de cambio.

Las personas que suscribimos este texto tenemos la convicción de que es posible aglutinar a la izquierda, respetando su diversidad, para luchar por los objetivos aquí marcados, que no son otros que la revolución social. En la encrucijada, la alternativa ya no es sólo posible. Es socialmente indispensable. Se revela socialmente realizable a partir de un nuevo gran compromiso que Ezker Batua-Berdeak debe impulsar decididamente.

Joseba Ugalde Mendieta es concejal de Arrasate; Jon Lasa Laboa es concejal de Donostia, juntero en Gipuzkoa y miembro de la Permanente; Ander Rodríguez Lejarza es concejal de Arrasate y juntero en Gipuzkoa; y Duñike Aguirrezabalaga Ugarte es concejala de Donostia y miembro de la Permanente. También firman este artículo Manu Egaña Txopitea, concejal de Oñati; Tomás Fernández López, concejal de Aretxabaleta, Begoña Vesga Allende, miembro de la Permanente de Gipuzkoa; Beatriz García Gallastegi, miembro de la Permanente de Gipuzkoa; Elixabete Gómez Laconcha, concejala de Eibar; Rosa Caballero Rubio, concejala de Ermua; Unai Zulaika Beristain, concejal de Elgoibar; Cristina Forcada Unanue, concejala de Zumaia; Iñaki Saldaña Herrero, concejal de Lazkao; Tomax Aristizabal Portu, concejal de Oiartzun y miembro de la Permanente, y otros

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