El Patetismo de Joseba Arregi
Joseba Arregi está desorientado. Pero su desorientación no es algo reciente. En realidad, hace tiempo que lo está. A Joseba, cuya inteligencia nadie cuestiona, le pierde, sin embargo, su soberbia intelectual. Vive una suerte de obsesión dialéctica por vencer en el debate a todos los que se fija como contendientes. Pero su maniático empeño le lleva, con frecuencia, a incurrir en enormes contradicciones argumentales, porque no siempre es posible cubrir con razones decisiones de raíz pasional. Contra lo que parece, Arregi no destaca por su racionalidad. Es, sobre todo, un ser pasional. Las razones sólo las utiliza para defender las posiciones a las que le lleva la emoción, que es lo que realmente le mueve. Lo suyo no es la pasión racional. Es, la razón pasional.
Arregi empezó a desmarcarse del PNV por algo tan caprichoso como un desencuentro con Mari Karmen Garmendia. Por aquel entonces, Joseba era consejero de Cultura del Gobierno vasco y Mari Karmen ocupaba la secretaría de Política Lingüística. Pero como Joseba no podía consentir que la política lingüística del Gobierno vasco la definiese Mari Karmen Garmendia −a la que desprecia intelectualmente− empezó a lanzar invectivas contra ella, despreciándola en público y en privado. Pero hete aquí, que Ardanza, a la sazón Lehendakari, ampara a Garmendia, dándole la razón en el contencioso que mantiene con Arregi. Desde ese momento, Arregi tiene ya dos enemigos: Garmendia y Ardanza.
Inmediatamente después, Arregi intenta convencer a todo el mundo, en el seno del PNV, que Ardanza es un gobernante gris, plano e incapaz. Tan gris, plano e incapaz que, pudiendo elegir entre Garmendia y él opta, inexplicablemente, por Garmendia. Pero en el PNV nadie le hace demasiado caso. Guste o no, Ardanza es el Lehendakari. Y así, poco a poco, Arregi empieza a forjarse un tercer enemigo: El PNV. Un PNV incapaz de apreciar y hacer justicia a alguien de la deslumbrante altura intelectual de Arregi. A partir de ahí, todo es buscar razones y argumentos para descalificar por todos los medios a sus enemigos: Garmendia, Ardanza y el PNV. Pero cuando Garmendia y Ardanza desaparecen de escena, sólo le queda el PNV como enemigo a batir, y en él centra su esfuerzo. Además, ese momento coincide en el tiempo con la irrupción de una terrible campaña mediática contra el nacionalismo vasco y Arregi, siempre leal a sus amigos, aprovecha el viento favorable, sumándose a la atronadora ola de invectivas que arranca de El Correo, los medios de PRISA en incluso el ABC. Los antinacionalistas de siempre halagan su ego y le utilizan, descaradamente, por un simple plato de lentejas. Arregi, de verdad, les salió barato.
Este sencillo esquema, explica las tomas de posición que Arregi ha ido adoptando los últimos años. Que nadie busque más razones. Si a Arregi le hubiese ido bien en su inicial enfrentamiento con Garmendia, nunca hubiese lanzado contra Ardanza los lacerantes dardos críticos que en su día lanzó. Y si el PNV le hubiese dado amparo en su enfrentamiento con Ardanza, hoy podría seguir siendo portavoz del Gobierno vasco diciendo exactamente lo contrario de lo que dice. Así es Arregi. Pasión pura, defendida con tenacidad.
El problema es que, como hemos anotado, no siempre resulta fácil cubrir con argumentos racionales coherentes una opción pasional. Arregi se empeña en hacerlo, pero en ocasiones, ese empeño le lleva al abismo; le sitúa al margen de la lógica. He aquí un ejemplo:
En una entrevista recientemente publicada en EL MUNDO, Arregi ha resumido claramente la tesis que durante los últimos años viene defendiendo en cientos de artículos publicados en prensa. Al hablar de la ansiada normalización política de Euskal Herria, Arregi sostiene que no puede asentarse sobre el derecho de autodeterminación de los vascos, porque esa es la razón por la que ETA ha matado durante tantos años. El entrevistador, Marcos Iriarte, le pregunta: Pero hay partidos que han defendido siempre la autodeterminación y la territorialidad al margen de la violencia ¿No pueden ellos defender sus ideas en dicho foro? La respuesta sobrecoge al lector nacionalista: “Ese es un problema que algunos ya hemos planteado: El PNV tenía que haberse preguntado hace mucho tiempo qué pasa con el nacionalismo. Si no somos capaces de formular de otra forma el nacionalismo, éste queda contaminado con lo que ETA ha hecho. ¡Claro que se plantea un problema tremendo! ¡Como se le plantea al Islam o al Cristianismo si en su nombre se mata! […] Es un problema pero es que es así: las cosas pasan y tienen sus consecuencias. Una de las cosas que a mí más me asustan es que ETA acabe, que desaparezca, y que tanto los partidos nacionalistas como la sociedad en general aprovechen la situación para decir que aquí no ha pasado nada…”.
Arregi −perro fiel de quienes le pagan por sus artículos− está empeñado en segar la hierba bajo los pies al nacionalismo democrático. Pero su razonamiento hace aguas. Muchas aguas. Si, como dice Arregi, una idea política queda contaminada por el hecho de que alguien haya matado por ella, no quedan, entre nosotros, ideas inmaculadas. Desde luego no será la idea de la España indivisible que ha provocado entre nosotros torturas, asesinatos, cárceles, exilios y atrocidades sin cuento. Tampoco la idea del Socialismo, después de lo contaminada que la dejaron Stalin, Mao o Castro. Otro tanto ocurre con la República. Muchos de los sacerdotes que fueron asesinados en los albores de la Guerra Civil, lo fueron en su nombre; un nombre que, siguiendo el razonamiento de Arregi, quedó, desde entonces, definitivamente mancillado. ¿Y la Monarquía? ¿Habrá que preguntar cuantas injusticias y demasías se cometieron en su defensa? Y, en fin, tampoco la Democracia puede ser defendida, habida cuenta de los excesos que se han cometido en su nombre.
Y siendo esto así, ¿qué cree Arregi que podemos hacer los vascos? ¡A lo mejor, pretende, como decía Franco, que no nos metamos en política! ¡A lo mejor!
6 comentarios:
No sé si a Arregi se le debe algo por haber puesto en marcha el Guggenheim en Bilbao. Creo que no. Para eso se le paga, entre otras cosas, a un consejero de Cultura, ¿no? De lo que estoy seguro es de que lleva bastante tiempo incordiando gratuitamente al nacionalismo vasco sin aplicar criterios de simetría al nacionalismo español. Todo lo que hacemos los abertzales, está mal. Y lo mismo, hecho por los españoles, está bien.
La falsa plataforma cívoca que organizó en las últimas elecciones al Gobierno vasco, para apoyar a Patxi López y los socialistas, es algo que nunca le perdonaremos los abertzales. Yo, al menos, no lo haré.
Arregi es una victima de la intolerancia y del trafico de influencias.Cuando dejo de ser consejero su puesto natural era el de haber sido Consejero del Guggenheim pero Ardanza le catapulto a ese vendedor de humo llamado Jon Azua.Aquello fue una injusticia pues Jon Azua no saco adelante el Guggen.como lo hizo Arregi.De aquellos polvos estos lodos.Soois muy injustos con Joseba.
Vamos a ver, Igeldo. Vamos al grano. ¿Tú compartes la tesis de Arregi sobre que no se puede construir la normalización política de Euskal Herria sobre el derecho de autodeterminación?
No,yo con Arregui no comparto nada.Es mas.Me da pena que manche el apellido.Conoci a su padre Pedro Arregui y era un abertzale gipuzkoano fino que trabajo en la resistencia y tuvo sus peleas con Uzturre.El me lo conto.Pero a la gente hay que entenderla en sus cabreos y lo que hicieron Ardanza y Azua no se hace.Y no busques explicaciones autodeterministas.Cuando uno se cabrea,se cabrea de verdad y arremee contra todo en lo que ha creido y ha defendido.Busca la explicacion en un sicologo,no en un político.
A ver si nos aclaramos, Igeldo. El post de Karmele denuncia (creo que acertadamente) las contradicciones y absurdos en los que incurre el discurso de Arregi, cuando habla de las líneas que nunca puede superar la normalización política. Si todo queda en que está perturbado y necesita un psicólogo, vale. Se acabó la discusión. El problema es que sus argumentos los utilizan también otros que no sufren trastornos de personalidad tan evidentes. Y ante ello, pregunto: ¿Compartes su tesis? Esa es la cuestión.
La moraleja de toda esta historia:
"Si no me das el puesto que me merezco abdico de mi trayectoria en el PNV y utilizo el grupo Prisa y Vocento para ponerlo a parir"
A Prisa y Vocento lo sustituimos por Gara e Internet, y me sale la explicación para todo tipo de derivas políticas.
Para que luego digan que la política vasca no hay quién la entienda.
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