Artículo de José Manuel Bujanda en Noticias de Gipuzkoa
Soy de los que creo en una Euskadi en la que los diferentes sentimientos de pertenencia de quienes componemos la sociedad vasca convivan compartiendo un proyecto de país, cuyo futuro construyamos entre todos. Creo en una Euskadi en la que la voluntad democrática de sus ciudadanos sea la base de la mutua convivencia y en la que los acuerdos amplios entre diferentes sirvan para hacer frente a los retos del futuro.
Creo en la negociación, en el no impedir y en el no imponer, en el derecho a decidir de los vascos y a su concreción pactada, creo en la convivencia y en la bilateralidad respetuosa, acordada y amable entre Euskadi y España
Dicho esto, y ante el resultado de las elecciones autonómicas del 1 de marzo, me gustaría explicitar una serie de reflexiones. Antes que nada, y previamente a cualquier otra consideración, quisiera dejar claras algunas cuestiones que, en mi opinión, son fundamentales manifestar.
La primera cuestión hace referencia a quien ha ganado estas últimas elecciones, pues leyendo, escuchando y/o viendo los medios de comunicación estatales, el lector, oyente o espectador podría concluir que el vencedor ha sido el Partido Socialista de Euskadi. Y no ha sido así. Quien ha ganado las elecciones ha sido el Partido Nacionalista Vasco que, con Juan José Ibarretxe de candidato a lehendakari, ha superado al PSE en cinco escaños y 80.000 votos.
Segunda cuestión, si es tan buena, si resulta tan oxigenante para la salud de la democracia la llamada alternancia política (argumento reiteradamente pontificado por los medios antinacionalistas), ¿por qué no se argumenta el mismo discurso en Andalucía y Extremadura, por poner un ejemplo, donde el PSOE lleva tantos años en el poder, o en la Comunidad Valenciana y Castilla La Mancha, por poner otro ejemplo, donde el PP lleva tantos años en el poder?
Tercera cuestión: la gran mentira: el PSE se ha tragado su palabra, no ha dicho la verdad en la campaña electoral y ha mentido, ha ocultado vergonzosamente que iba a contar con los votos del PP, y de UPyD si hiciera falta. El PSE ha ocultado que estaba juramentado y encelado única y exclusivamente en mandar al PNV a la oposición. Fuese como fuese. De hecho, había preparado meticulosamente la revancha de lo que dejó de ocurrir en 2001.
Cuarta cuestión: unas preguntas al PSE. ¿Así que el gobierno tripartito PNV-EA-IU era frentista y la entente PSE-PP, no? ¿Así que la entente PSE-PP no es un frente españolista? ¿Qué puede ofrecer el PPSOE , qué formulación conjunta son capaces de articular de una manera coherente a la sociedad vasca para sacarla adelante?
Y quinta cuestión: el PP tiene la gran oportunidad de oro para, "dos por el precio de uno", derrocar al PNV en estas elecciones y al PSOE en las próximas.
Tanto tiempo el PSE, tantas legislaturas, años y meses pontificando sermones progresistas, cuántas declaraciones, proclamas y manifestaciones llamando a objetivos integradores. ¡Cuántas alusiones socialistas a la transversalidad, al acuerdo entre diferentes y negador de cualquier tipo de posiciones frentistas! Cómo han usado y abusado acerca de la necesidad, y de la bondad, de los acuerdos amplios. ¡Cuántas veces les hemos escuchado subidos al púlpito de la verdad arengar sobre la conveniencia de un gran pacto entre vascos, no excluyente, sí integrador y superador de estériles antagonismos entre nacionalistas y no nacionalistas! Pues bien, el PSE a cinco escaños del vencedor en las urnas y con 80.000 papeletas menos que el PNV, proclama su derecho a acceder a la Lehendakaritza, y ello porque entienden que la sociedad vasca ha votado "cambio".
El PSE une sus votos a los votos del PP con un único objetivo: desplazar al nacionalismo democrático vasco de los resortes del poder autonómico vasco. Es bueno recordar que hace ocho años lo intentaron de la mano de Nicolás Redondo hijo, Mayor Oreja y Fernando Savater. No les salió bien y alguien dijo entonces aquello de que la "sociedad vasca no estaba preparada". Estaba claro… había que afinar, era necesario diseñar una estrategia legislativa que distorsionase y… fuese como fuese alterar la representabilidad parlamentaria de cada opción política en el Parlamento Vasco.
Algo así como se hizo en las últimas elecciones municipales, donde las listas locales de ANV eran legalizados, o no, en función de los intereses locales-municipales del PSE. A los hechos me remito. Había que anular pues cualquier representación de la autodenominada izquierda abertzale oficial, no podía repetirse ningún nuevo caso tipo EHAK. Así se diseñó la arquitectura legislativa necesaria: la llamada Ley de Partidos.
La desintegración de la representación de 100.000 votos, y la previa decisión de sumar los votos del PSE a los del PP, llevarán a Patxi López a Ajuria Enea. Es curioso, aquel viejo lema que prefería una "España roja a una rota" adquiere su actualidad en la Euskadi del 2009. El PSOE y el PP en España son partidos rivales, enemigos encarnizados e irreconciliables, muy pocas cuestiones los unen, pocos asuntos les concitan intereses comunes... salvo en Euskadi. Euskadi es diferente, Euskadi lo puede todo, Euskadi lo justifica todo, en Euskadi es posible saltarse las reglas del juego y del sentido común. En Euskadi los partidos nacionalistas españoles son capaces, en aras del destino histórico de España, de ponerse de acuerdo contra los díscolos nacionalistas vascos y apartarlos en consecuencia del Gobierno y mandarnos a la oposición.
La unidad de España, nación única incontestable, es fuerza mayor en Euskadi: todo lo puede, justifica y santifica. Euskadi es territorio a uniformizar, es algo prepolítico, básico y fundamental para el nacionalismo español. En cuestiones vascas no hay más parecido a un español de izquierda como un español de derechas: es el viejo "Domuit Vascones". En cuestiones vascas la cuestión de los grandes acuerdos de amplias mayorías, la integración entre diferentes, los grandes pactos transversales, la superación de la confrontación de identidades son latiguillos socialistas cuando son minoría, cuando son oposición, cuando no son capaces de articular mayorías.
Pero todo ello decae cuando, aun usando vías arteras, son capaces de alcanzar mayorías antinaturales y acceder al poder. Y así, el nacionalismo democrático vasco está a punto de ser desplazado del poder, arteramente, democráticamente sí, pero con truco, con barajas marcadas, con premeditación y alevosía. Porque diga lo que diga el tándem PPSOE , el nacionalismo vasco es sociológicamente mayoritario en la sociedad vasca. Habrá que recordar que el contencioso vasco hunde en la historia su desencaje en la España constitucional: las guerras carlistas, las aboliciones forales, el nacimiento del PNV, la frustración de los estatutos de autonomía incumplidos unilateralmente por las formaciones políticas españolas, etc. Son reflejo de que ciertamente hay piezas en el puzzle de lo que se conoce como España que, al menos, no encajan del todo. Supongo que nadie en su sano juicio concluirá que Patxi López lehendakari, y las maneras para lograrlo, favorecerán que el llamado "problema vasco" entre en caminos políticos de solución.
¿Será que el PSOE, con la estrecha ayuda del PP, baraja finiquitar un mínimo planteamiento plurinacional de España? Me apena la arrogancia socialista, su apuesta antinacionalista consistente en desplazar del Gobierno Vasco al PNV a cualquier precio, y la naturalidad con la que asumen el acuerdo con el PP.
Lamento que el "buen rollito" de los grandes acuerdos, de la integración y de la transversalidad entre diferentes sean palabras vacías, que el "buen rollito" de reconocernos diferentes y de pacto entre vascos sean mentira y fuegos de artificio distractores. Era la gran mentira del PSE: mientras predicaban acuerdos amplios y transversales, estaban cocinando el asalto al poder.
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