Jon Jauregi: el caballo gipuzkoano de Calígula

Dicen las crónicas que Calígula, el emperador perturbado que gobernó en Roma entre Tiberio y Claudio, convocó a la corte para comunicarles que había decidido nombrar cónsul a su caballo. Nadie replicó. Nadie opuso objeción alguna. Al día siguiente, su caballo gozaba de los honores propios del consulado. Durante años, se pensó que aquella excentricidad fue una expresión más, del desarreglo mental que le aquejaba. Hoy, los estudiosos de la Roma imperial sostienen mayoritariamente que, con aquel gesto, quiso demostrar al mundo conocido que el poder le pertenecía por entero y podía ejercerlo con absoluta arbitrariedad. En Gipuzkoa, somos muchos los que pensamos que el nombramiento de Jon Jauregi como candidato a Diputado General obedece al mismo esquema. Egibar, ejerciendo de Calígula, ha querido demostrar que el poder está en sus manos. Y la mejor manera de hacerlo, consiste en ejercerlo de modo arbitrario

Durante los últimos cuatro años, en Gipuzkoa ha habido un Diputado General excelente. Un Diputado que ha desarrollado una labor unánimemente reconocida como positiva. Accedió al cargo, prometiendo que sería el motor del Plan Ibarretxe en Gipuzkoa. Y ha cumplido su promesa. Su lealtad para con el Lehendakari ha sido total. Nadie le puede reprochar absolutamente nada en este terreno.

Otra cosa es que al Lehendakari no le hayan salido las cosas como esperaba.

Por lo que se refiere a la política del día a día, las cifras sobre su gestión son expléndidas. Gipuzkoa ha crecido en lo económico y ha ganado en cohesión social. Sus proyectos estratégicos avanzan. En el terreno cultural y en el campo de la promoción del euskera, la labor de Gonzalez de Txabarri es, sencillamente, inmejorable. No en vano es un euskaltzale histórico y comprometido. Cuando su trabajo estaba en el cénit, viene Egibar y decide unilateralmente prescindir de él. Nadie comprende la decisión, porque impide a Txabarri culminar sus planes.

Egibar justifica su resolución, argumentando que vienen nuevos tiempos y se necesitan caras nuevas. Pero no nos explica en qué consisten los nuevos tiempos, ni precisa qué tipo de requisitos han de reunir las nuevas caras que, en su opinión, han de responder con garantías a los nuevos tiempos.

Cuando descubrimos que el nuevo candidato es Jon Jauregi, todos pensamos en Calígula y su caballo. Con el paso del tiempo, esta impresión inicial se va trocando en convicción. El progresivo conocimiento de lo que Jauregi da de sí, no nos deja otra salida. Jauregi no es un buen candidato. En primer lugar, porque está manchado. Le salpica la corrupción que rodea a todo lo que toca Egibar. Pero es que, además, no da la talla. En sus primeras apariciones públicas se ha limitado a reproducir como un loro las inconsistentes y absurdas posiciones que Egibar que defiende a diestro y siniestro. Sus paralelismos históricos, cargados de anacronismos e imprecisiones, denotan una incultura enciclopédica. Jauregi nos demuestra día a día que es el caballo gipuzkoano de Calígula. Nombrado candidato a Diputado General porque Egibar quería demostrar que manda él. Y la mejor manera de demostrar que el poder le pertenece consiste en ejercerlo de modo despótico y arbitrario. Una pena. Esperemos que el empeño eguibarriano de igualarse a Calígula, no nos salga demasiado caro en votos.