Real Sociedad, ¿made in China?

Editorial de Noticias de Gipuzkoa.

Lo que hace apenas unos días era una entelequia, un episodio del que nunca se había informado desde la dirección de la Real Sociedad a pesar de conocerlo desde hace más de un año, ha terminado siendo uno de los temas más transcendentales al que se enfrenta este club.

Uno de los pocos cargos públicos que se han manifestado en torno a la posibilidad de que capital chino entre en el accionariado de la entidad txuri-urdin, el alcalde donostiarra Odón Elorza, ya adelantaba ayer que esta cuestión va mucho más allá de una simple negociación mercantil. Efectivamente, la propuesta planteada por este grupo de inversores supone poner en cuestión uno de los pilares fundamentales sobre el que se ha sostenido, y aún hoy se sostiene, la filosofía de la Real Sociedad, la de pertenecer a todos los guipuzcoanos.

La atomización del accionariado, la imposibilidad de que ninguna persona o entidad pueda acaparar más del 2% de los títulos, quedaría en entredicho en caso de que esta operación llegara a buen puerto ya que el grupo de empresarios aspira a hacerse con el 35%. La Junta General prevista para el 30 de noviembre tiene toda la potestad para debatir sobre esta operación. Y también para plantear el cambio de estatutos.

Si la propuesta sigue adelante, habría que aprobar una ampliación de capital o un proceso de compra de acciones a los actuales propietarios para hacerse con el ambicioso paquete al que aspiran. Pero para que esa toma de decisiones sea lo más acertada posible, para el bien del futuro del club, es necesario contar con una información que aún no existe sobre las intenciones de este grupo capitalista que ha tanteado a las instituciones pero aún no ha expuesto a la opinión pública guipuzcoana los detalles de la operación.

Delicada disyuntiva, por lo tanto, la de los propietarios de la Real que ven cómo se les plantea una oportunidad para hacer más viable el club pero perdiendo a cambio parte de su esencia. En cualquier caso, esta encrucijada deja en evidencia la delicada situación económica de una entidad que, a raíz de nefastas actuaciones y de gestiones, más que dudosas de sus responsables, se ve obligada a tener que tomar decisiones en situaciones límite. La oferta china se podría percibir como la única vía para salir de este atolladero. O como el clavo ardiendo al que agarrase para no hundirse aún más.