Nuevo Gobierno, nuevo tiempo político: ¿Regeneración democrática?

No corren buenos tiempos para el análisis sereno acerca del nuevo escenario político vasco; quisiera reflexionar, siguiendo a Giovanni Sartori, desde el pesimismo constructivo (es decir, como un pragmático). Es clave mantener la ponderación y no caer en la crispación visceral ni en la provocación ante discursos formalmente asépticos pero que contienen una carga frentista de alta intensidad, como la que se refleja en el acuerdo entre el PSE y el PP, diseñado "al servicio (sic) de la sociedad vasca".

Quienes sin haber negociado un gobierno de coalición han logrado hacerse con la Lehendakaritza, pero no vertebran este país, han conseguido su objetivo a través de una improvisación tan maquiavélica como carente de proyecto constructivo para Euskadi, y desean encontrar en el victimismo político el impulso de un gobierno que nace carente de otro objetivo: el poder por el poder. La energía de lo negativo, la indignación, moviliza mucho más que lo constructivo. Y no debemos permitir entrar en la era de la política negativa.

Necesitamos civilizar nuestro futuro como pueblo vasco, al margen de coyunturas políticas frustrantes y construidas sobre endebles bases de consenso social. La mejor prueba del débil andamiaje sobre el que se asienta el proyecto político que nos trasladan desde esta minoría política (PSE/PP), titular de una mayoría parlamentaria surgida tras unas elecciones marcadas por la liquidación electoral de una parte de esta sociedad, es el cinismo con el que, a modo de analgésico social, se expresan para esbozar la ratio, el objetivo último de su acuerdo político.

El preámbulo del pacto alude forma pomposa (y hueca) a la necesidad de dejar atrás políticas de confrontación, de división y de enfrentamiento. Y plantean (en contradicción manifiesta con la afirmación contenida en el programa electoral del PSE, que abogaba por el diálogo entre diferentes) un proyecto identitario basado en la ideología nacionalista española (¡éste es el verdadero hilo conductor del pacto!) y que propone la regeneración democrática del País Vasco.

En una lectura interpretativa realizada a contrario, es decir, analizando el reproche que dé forma expresa se realiza en el acuerdo PSE/PP a los anteriores gobiernos vascos podemos comprobar que a juicio de los futuros ocupantes de la Lehendakaritza hasta su llegada al poder no se ha respetado la legalidad, no se han respetado las reglas de juego que nos hemos dado entre todos, no se han defendido las libertades, se han debilitado las instituciones, se ha tensionado la sociedad, se ha provocado la parálisis institucional y se ha cuestionado de manera constante nuestro autogobierno.

Ante tal retahíla de reproches la pregunta es retórica, pero inevitable: ¿ésta es la manera de, como dice el pacto, unir y cohesionar el país? ¿ésta es la forma de promocionar, como también señala el pacto, el diálogo entre diferentes? ¿ésta es la forma de entender el diálogo y el entendimiento en torno a proyectos compartidos?

En todo caso, el pacto aporta los parámetros de actuación del futuro gobierno, y conviene recordar ahora algunos pasajes, literales, de los programas electorales de los partidos firmantes, porque integran los cánones hermenéuticos o interpretativos auténticamente claves para desvelar el verdadero objetivo programático del mismo: a modo de ejemplo, y en materia de política lingüística el PSE habla de superar los modelos lingüísticos actuales y de evitar el fraccionamiento en comunidades lingüísticas. Y el programa del PP, copiado en esta materia casi miméticamente en el pacto, señala de forma "aséptica" (pero con enorme calado político) que los idiomas son meros "instrumentos de comunicación", de forma que debe suprimirse todo tipo de barrera lingüística.

Bajo la supuesta "paridad" de ambas lenguas se esconde el deseo de orillar toda política de fomento y desarrollo de la parte débil de esa supuesta igualdad: el euskera; esta es la conclusión a la que llegan quienes ahora parecen erigirse en intérpretes auténticos del sentir de la sociedad vasca, y mi interrogante final es si esto es, como señala el programa del PSE, "despolitizar el asunto lingüístico", y si éste es el cambio no frentista tan cacareado y prometido a través de su enorme potencial mediático.

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