"La solución al 'conflicto' y con ella la paz, ha de lograrse con o sin ETA, por la vía política de la negociación"

José María Setién (Hernani, 1928) es un hombre de matices. Huye de planteamientos simplistas y de opiniones insustanciales. Sólo responde después de destripar cada pregunta y de tener en cuenta todos los puntos de vista. Quizá por ello se ha dicho muchas veces de él que es un obispo ambiguo, especialmente a la hora de abordar el conflicto vasco, que él mismo matiza "no es el conflicto de ETA". En su último libro, se enfrenta a esa 'ambigüedad' y destapa la 'verdad' de Setién acerca de ETA y su relación con el nacionalismo. No es ni un obispo 'nacionalista' ni un 'nacionalista' obispo. La respuesta la revela el mismo título de su último libro Un obispo vasco ante ETA , cuya publicación le ha vuelto a situar en el centro de la polémica, entre otros motivos, por reconocer en sus páginas no sólo el dolor de las víctimas, sino también el padecido por la organización terrorista a causa del terrorismo de Estado. Madrid, Barcelona o Vigo han sido algunas de sus paradas en las últimas semanas. Tras varias entrevistas, además de desgranar las claves de su libro, analiza en ésta la actual situación de la política vasca.

¿Usted se considera primero un obispo 'nacionalista' o un 'nacionalista' obispo?

(Sonríe) Ni una cosa ni la otra. Conteste a lo primero o a lo segundo, lo que no cabe duda es que voy a ser un obispo nacionalista, pero existe otra dimensión distinta de la presencia de un obispo en la vida política. Éste interviene en el ámbito político porque es una exigencia ética de su ministerio episcopal. Y esa dimensión ética exige ser un obispo "para" todos y, por lo tanto, no puede lograr serlo "de" todos.

¿Este libro es fruto de la incomprensión que ha podido padecer al tratar de ser un obispo "para" todos?

Yo no escribo el libro porque haya gente que me ha identificado como nacionalista o por lo que han dicho de mí. Yo escribí el libro pensando, primero, en mí. Creo que todo el mundo tiene que tener la valentía de enfrentarse con su vida y con su verdad. Y la verdad de Setién no consiste en defenderse de las reacciones que haya habido o pueda haber sobre sus comportamientos. Evidentemente, esa verdad tendrá que tener en cuenta lo que se dice de él.

¿Su comprensión con las aspiraciones nacionalistas vascas le han generado graves conflictos con la jerarquía eclesiástica española?

Es evidente que el nacionalismo ha sido y sigue siendo un tema conflictivo en Euskadi. Ahora bien, el hecho de que yo haya tenido que intervenir en cuestiones que hacen referencia a ese conflicto no quiere decir que yo sea parte en él. Yo no he tenido conflictos con la Conferencia Episcopal. Es verdad que las opiniones de Setién y las de muchos obispos no son coincidentes. Pero eso no significa que las relaciones hayan sido conflictivas.

Se ha dicho que usted dimitió como obispo de San Sebastián a sus 73 años por "presiones". ¿Es cierto?

Es absolutamente falso que fuera presionado o desautorizado desde Roma y que no tuve más remedio que dimitir. Presenté mi renuncia en libertad y las condiciones que planteé fueron aceptadas.

En su libro afirma que ETA y la Iglesia Vasca no han podido ignorarse mutuamente. ¿Cree que eso ha dado pie a que le acusaran de "complicidad" con la organización?

En primer lugar, si un obispo tiene que trabajar al servicio de la paz no puede ignorar a ETA, lo cual no quiere decir que se tenga que medir en términos de complicidad. Otra cosa es que ese reconocimiento de la existencia de ETA, con todas las implicaciones que ello pueda tener en un proceso de pacificación, se traduzca en una mayor o menor "complicidad" de la Iglesia con la organización. Si fuera así, sería verdad que es cómplice de ETA también el que lucha contra ETA. Y no me refiero al obispo, sino en términos generales.

La Iglesia Vasca dio cobijo a ETA
durante el Franquismo. En los años posteriores la organización también ha requerido los servicios de la Iglesia como mediadora. ¿Qué papel tiene hoy?

La iglesia habla, acoge, media, hace manifestaciones públicas y las debe seguir haciendo con mayor intensidad y lucidez si cabe. Ahora bien, cuando habla del cobijo que la Iglesia dio a ETA hay que situarlo en una época en la que el régimen franquista no reconocía derechos fundamentales, como el de asociación o el de la libertad de pensamiento, también en temas políticos. Precisamente, la doctrina de la Iglesia se basaba y se basa en la defensa de los derechos fundamentales de las personas y también de los colectivos. En ese contexto, muchos utilizaron los espacios de libertad propios de la Iglesia y, por qué negarlo, también se aprovecharon de ellos grupos clandestinos de ETA. Lo que queda claramente argumentado en mí libro es que ni la Iglesia ni el PNV estuvieran nunca a favor de la violencia ni tuvieran nada que ver con el origen de ETA.

¿Ve algún paralelismo entre aquella época y la situación que se vive hoy en relación a ese recorte de derechos?

Yo creo que no hay que plantear tales paralelismos, entre otros motivos, porque hoy todos los partidos defienden, al menos en sus pronunciamientos verbales, el reconocimiento de los derechos fundamentales. Ahora las cosas son absolutamente distintas, se plantean de otra manera.

¿Se ha sentido la Iglesia Vasca traicionada por ETA, por ejemplo, al no mantener discreción y hacer pública su implicación como mediadora en anteriores procesos de paz?

Que yo sepa no ha habido más que la intervención de un obispo, la de D. Juan Mari Uriarte. Esa es una realidad que está ahí y yo no veo ninguna irregularidad ni tampoco creo que se pueda imputar nada a nadie porque se haya afirmado que hubo ese contacto. Por lo tanto, lo que se dice traicionada… La Iglesia ha dicho más de una vez que estaba dispuesta a prestar cualquier servicio a la pacificación del pueblo vasco, siempre que lo que se le pidiera fuera coherente con sus funciones. Por lo tanto, si la Iglesia está diciendo que es mejor resolver los conflictos por la vía del diálogo que por la vía de la represión y le piden que preste ese servicio, ¿qué va a decir? Pues que sí.

Usted dice que ETA es un "mal" para el pueblo vasco y para las aspiraciones de la izquierda abertzale, y propone acabar con ese "mal" a través del diálogo y la negociación. Sin embargo, Zapatero ha sido muy tajante esta semana. Dijo que no hay ninguna posibilidad de diálogo con ETA en estos momentos.

Yo no digo que sea oportuno o que no lo sea, iniciar ahora un proceso de diálogo con ETA. Eso lo tendrán que ver quienes tienen que dialogar con ETA. El planteamiento que hago en el libro es atemporal. Por otro lado, lo que sí afirmo es que además de la pacificación, hay que hacer algo para el logro de la normalización, independientemente de que exista o no ETA. En definitiva, hablo de una diferenciación entre un proceso para la paz lograda con la desaparición de ETA y un proceso distinto para el logro del entendimiento entre los partidos políticos con vistas a la normalización. Son dinámicas distintas y consiguientemente también las oportunidades que hayan de darse en esos dos diálogos no son coincidentes.

Algunos sectores de la sociedad creen que es ilegítimo negociar con ETA, léase el PP o incluso la Conferencia Espiscopal española...

Si efectivamente la jerarquía eclesiástica ha dicho que no tiene sentido o que no es justo ni legítimo negociar o dialogar con ETA, yo no estoy de acuerdo con eso. No se puede decir que en sí mismo el diálogo con un grupo revolucionario violento, como es ETA, sea inaceptable desde el punto de vista ético y jurídico, entre otras razones, porque si lo fuera Zapatero no habría podido decir ni hacer lo que hizo en el último proceso. En cualquier caso, si se dan otra vez las condiciones para dialogar, nos olvidaremos de aquella afirmación de la Conferencia Episcopal de que no se podía dialogar con ETA.

Esa doble vía que plantea ya se intentó y fracasó. ¿Cuál ha sido el principal obstáculo del último proceso de paz?

Ya advertí una semana después de la declaración de Zapatero al Congreso, que había obstáculos importantes en el proceso. Lo que luego se confirmó con el fracaso. ETA situó la clave en la autodeterminación y las exigencias absolutas de soberanismo, mientras que Zapatero decía que no se podía tener ningún diálogo que tuviera como finalidad una modificación de la Constitución. Si dos partes se sientan a dialogar con posiciones totalmente incompatibles y, a la vez, se consideran fundamentales para llegar a un acuerdo, es evidente que ahí ha de estar una de las razones básicas de la dificultad para llegar a un acuerdo.

Usted en el libro habla del dolor de las víctimas causado por ETA y del dolor padecido por ETA a causa del terrorismo de Estado. ¿Es una utopía que el Estado español reconozca algún día el dolor que ha causado?

No sé lo que vaya a hacer el Estado español en el futuro. Yo lo único que puedo decir es que el problema hay que plantearlo y yo lo planteo. Luego lo que vayan a hacer los que estén implicados en ese problema, no lo sé.

¿Cree que los objetivos actuales de ETA son puramente nacionalistas?

ETA dice que mantiene el principio de una autodeterminación soberanista necesaria para que se pueda lograr la paz y exige avanzar en la línea de la territorialidad de todos los espacios que hacen referencia a este pueblo vasco que es una Nación vasca. Eso está ahí y no puedo decir que haya renunciado a ello. Otra cosa distinta es lo que pueda haber detrás de eso. Me pregunto si lo que plantea es un fin en sí mismo o es solamente un paso dentro de una dialéctica que tiene unos pasos más adelante en la línea de la superación de los conflictos hasta llegar a una sociedad independiente en la que, además, se realice el ideal del socialismo de inspiración marxista, como viene diciendo también Batasuna. En los mensajes de ETA hay un dato importante. La organización habla de liberación del pueblo vasco respecto a España, pero que yo sepa, no dice en qué haya de consistir esa libertad o qué sería una sociedad libre en Euskadi.

Para solucionar el conflicto eficazmente dice que hay que tener en cuenta la realidad social de la izquierda abertzale...

(interrumpe) que no es el conflicto de ETA.

Bueno, hay una parte de la sociedad vasca que piensa que el único problema que tiene el País Vasco es ETA...

Bien. Pero yo no lo creo así. Creo que son dos dimensiones diferentes. Una, la eliminación de la violencia y dos, la eliminación de un problema político, que tiene que estar en manos de los políticos.

¿Cómo definiría la paz que quiere para su pueblo?

Una paz que tiene que ser fruto de la justicia. Tiene que ser una sociedad en la que se cumpla la justicia y que, en esa justicia, sean posibles unas relaciones más normales, una cohesión mayor entre los distintos sujetos de la convivencia socio-política. En definitiva, como lo dirían nuestras madres: Bakea behar dugu , que querían decir mucho más de lo que usted y yo podamos decir con meras palabras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Don Jose Maria es fundamentalmente un obispo.No hay que encasillarle.Y esto lo define bien.Y el ,refiriendose a ETA ha dicho una verdad como un templo:ETA es una organizacion marxista leninista.Y esto no es buscar comunistas por todas partes.Es una realidad.Y el marxismo leninismo cree que el fin justifica los medios.Por eso matan y por eso no condenan.Asi de claro.

Anónimo dijo...

ya y por eso hay que buscar la paz con o sin ETA ¿Eso como se come? al personal le huele a: " vayamos negociando mientras matan más o menos y así llegaremos asolucionar el conflicto" Pepemari es de piñon fijo y vive en su dimensión de "todos me besan el anillo" el conflicto en dos dimensiones no se resuelve y en tres menos.queremos paz y tranquilidad, pero es imposible si van matando en ese mundo paralelo.