Zorionak!

Hoy la Ertzaintza cumple 26 años. Zorionak!

"Te dejo a unos cuantos de nuestros policías, les ponéis boina y ya está". En los albores de los 80, el general José Antonio Saenz de Santamaría no podía andar más desencaminado al pretender resolver con semejante planteamiento la demanda del Gobierno Vasco de contar con su propio cuerpo policial. Luis Mari Retolaza, el primer consejero vasco de Interior e impulsor de la Ertzaintza junto a Eli Galdos y dos dedicadas secretarias, hizo uso de su diplomacia para explicarle, desde el otro lado de la mesa donde se gestaba el nacimiento de la Policía autonómica, que no era eso lo que buscaban.

Hicieron falta dos años de delicados juegos de equilibrios con el Gobierno central para hacer realidad un compromiso plasmado ya sobre papel y ver a los primeros ertzainas en la calle, tal día como hoy, de hace 25 años. Su primera función fue custodiar edificios públicos, donde el 25 de octubre de 1982 aparecieron ataviados como la Policía cercana y servicial que aspiraban ser: jersey y boina rojos y pantalón azul. La idea era marcar distancias con las represivas fuerzas policiales de la dictadura.

Gervasio Gabirondo, actual jefe de la División de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza, tenía entonces 24 años y acababa de hacer la mili, tras estudiar arquitectura técnica. Eran momentos de difícil acceso al mercado laboral en los que este zarauztarra probó suerte tanto en este embrionario proyecto para formar una Policía vasca como en EuskoTren, una apuesta más segura.

Ante la tesitura de elegir tras ser aceptado en ambas instancias, optó por la Ertzaintza por ver en esta institución un símbolo del punto final del franquismo y el inicio de una nueva etapa en la que el pueblo vasco comenzaba a tomar sus propias decisiones y tenía la oportunidad de recuperar su Ertzaña del 36. "Criticábamos lo mal que iba todo y creí que llegaba el momento de poner mi grano de arena para cambiar", recuerda. Su familia, donde no faltaban víctimas de la Guerra Civil, le animó a asumir este compromiso.

Al echar la vista atrás, Gabirondo siente nostalgia de unos años envueltos en un halo de romanticismo, en los que 600 jóvenes se embarcaron en la aventura de formar la primera promoción de la Ertzaintza. "Éramos casi una familia, nos unía algo más que la propia profesión a pesar de que todo era incertidumbre en los primeros momentos. No sabíamos si aquello tenía futuro", apunta.

El periodo de formación y prácticas previo a su salida a la calle no tuvo nada que ver con los actuales métodos. Los tres mandos militares que se hicieron cargo del adiestramiento se inspiraron en el modelo que tenían más a mano: el servicio militar. "Empezamos en febrero del 82. Recuerdo que desfilábamos mucho y nos despertábamos con una grabación que daba el toque de corneta, nada que ver con lo que se hace ahora", comenta Gabirondo.

La precariedad en este centro diseñado para acoger niños discapacitados era patente. Más que una formación específicamente policial, en Arkaute se impartían conocimientos sobre materias como matemáticas, lengua, historia y euskera, combinadas con una preparación física que incluía clases de kendo y judo con profesores orientales.

Precisamente de los hongos que se expandieron en los pies de los alumnos por el uso de los tatamis surgió uno de los primeros problemas: se estableció el uso obligatorio de calcetines para practicar artes marciales, lo que escandalizó a uno de los maestros, que prefirió abandonar el trabajo antes de aceptar semejante sacrilegio, según cita Cirilo Dávila en su libro Historia de la Policía Autónoma Vasca. Otro mal recuerdo del período de formación son las comidas en el Hotel Iradier, que además de dejar bastante que desear obligaban a los agentes a exponerse varias veces al día a los camiones que circulaban por la N-I, cuyo arcén tenían que recorrer para acercarse a las instalaciones.

"La ilusión de aquellos días estaba por encima de todo. Ninguno dábamos importancia a las horas de más, a trabajar en festivos o encadenar turnos. Tampoco nos importaba ponernos el buzo si teníamos que descargar un camión o trasladar muebles. Hoy todo es menos romántico pero hemos ganado en profesionalidad. Somos una Policía integral", asegura Gabirondo, número uno de esta primera promoción y calificado como sargento mayor en esta hornada de agentes, donde todos cobraron lo mismo el primer año.

Las sedes de las diputaciones de Gipuzkoa, Bizkaia, el Gobierno Vasco y Arkaute fueron los lugares donde se dejaron ver los primeros 212 ertzainas, a la espera de que Interior pudiera asumir la competencia de tráfico y comenzara el despliegue de comisarías, que se inició en 1984 en Durango, Bergara, Arrasate y Beasain y culminó en 1995 en Vitoria.

"Tuvimos un recibimiento cálido. Dábamos una imagen de policía servicial y cercana, muy distinta a la que había de otros cuerpos. Con la apertura de comisarías nos esforzamos en que nos conocieran bien en todos los lugares, también en las zonas rurales. Patrullábamos a pie y en solitario, algo impensable ahora", afirma Gabirondo, que por entonces trabajaba a caballo entre Gipuzkoa y Bizkaia, dirigiendo a los agentes que custodiaban las instituciones de estos territorios.

Al primer contacto en la calle como custodiadores de sedes oficiales, se sumó el primer baño de masas de la Ertzaintza: su despliegue con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II a Loiola el 6 de noviembre de 1982. "Fue nuestro bautismo , nunca mejor dicho", apunta Gabirondo, que siguió de cerca el operativo.

En febrero de 1983, el despliegue de 400 ertzainas de tráfico, que hizo que desaparecieran de la noche a la mañana los agentes de la Guardia Civil que hasta entonces realizaban esta labor, demostró que aquello iba en serio. No faltaron los conductores que pretendían eludir sanciones argumentando que "un vasco no le puede multar a otro" o camioneros de Valladolid desorientados ante unos uniformes que no reconocían.

El primer mal trago para Gabirondo no tardó en llegar. Un agente hasta que hasta entonces había mostrado una actitud intachable resultó ser eltopo que propició el robo de armas en al Diputación de Gipuzkoa en 1983. Era Iñaki de Juana Chaos. "Fue un episodio amargo en el que empezamos a asumir el terreno en el que nos movíamos", reconoce. Después, han venido trances peores, que han dejado el trágico saldo de 13 ertzainas asesinados por ETA.

En cuanto a su actividad, la espina clavada hoy en la Ertzaintza es la de no formar parte del espacio europeo Schengen como una Policía más, para tener libertad de movimientos y colaborar con otros cuerpos en asuntos como la lucha antiterrorista. "Alguien que comete hoy un delito en Donostia puede estar dentro de cuatro horas a miles de kilómetros. Es impensable que no podamos actuar más allá", estima Gabirondo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy un ertzaina de la tercera promocion.Etoy orgulloso de ser ertzaina.Y creo que de todos los jefes que hemos tenido el mas cabal es Balza.Sabino Arrieta fue un buen vice.
Nos falta ahora moral.