Homenaje en Saturraran

Para que no olvidemos las barbaridades del pasado, se ha homenajeado en Saturraran a todas las mujeres y niños que por allí pasaron presas.

Carmen Riera, Anita Morales, Sagrario Merodio, Rosario Sánchez, Balbina Laseras y Victoria Rodríguez estaban emocionadas. No en vano, volvieron al lugar donde hace más de 60 años habían estado reclusas, esta vez para recibir un homenaje por la situación que les tocó vivir. Estas seis personas pusieron nombre a las 4.000 mujeres que durante la posguerra estuvieron presas en el centro de internamiento de mujeres de Saturraran (Mutriku), quienes recibieron ayer el reconocimiento de la sociedad en un acto organizado por el Gobierno Vasco.

"Una mujer que estuvo presa varios meses en este centro me comentó que el recuerdo más nítido que guardaba era el llanto de las madres que enterraban a sus hijas e hijos, o les despedían conscientes de que nunca más les verían", recordó en su intervención el consejero de Vivienda y Asuntos Sociales, Javier Madrazo. Y es que, mientras estuvo en funcionamiento, entre 1938 y 1944, murieron 107 reclusas y 48 niños en aquella cárcel, la mayoría de ellas por enfermedades y desnutrición.

Familiares de las víctimas, ciudadanos de a pie y una nutrida representación institucional recordaron ayer en la playa de Saturraran este negro episodio de la historia y rindieron homenaje a las personas que la vivieron. Tal y como explicaron los organizadores, la escultura de Nestor Basterretxea, que se inauguró durante el evento, servirá para "mantener viva la memoria histórica" sobre aquel pasaje de la posguerra.

Tras destapar el monumento conmemorativo creado por el escultor bermeoarra, los participantes en el acto guardaron un minuto de silencio en recuerdo de las personas fallecidas en aquel entorno hace más de 60 años. A continuación, tomaron la palabra Estanis Osinalde, alcalde de Mutriku; Izaskun Moyua, directora de Emakunde; Miren Azkarate, portavoz del Gobierno Vasco y el propio Javier Madrazo. Todos ellos subrayaron la necesidad de no olvidar episodios como los ocurridos en Mutriku "para que no se vuelvan a repetir", al mismo tiempo que sacaron a relucir la "solidaridad" que en su día mostraron los vecinos de los alrededores con las reclusas.

Para terminar el acto, las seis mujeres supervivientes que estaban presentes en Mutriku dejaron varias flores al pie del monumento. A pocos metros de allí, una placa recoge desde ayer los nombre de los cerca de 200 fallecidos que la cárcel dejó como herencia histórica.

En 1937, el gobierno franquista decidió que el antiguo balneario de Saturraran se convertiría en un correccional para mujeres. Las primeras reclusas llegaron en enero de 1938, la mayoría desde Asturias, aunque había mujeres provenientes de todo el Estado, también vascas. Algunas vinieron con sus hijos; otras, embarazadas.

"Dormíamos juntas en petates y amontonados en pabellones", recuerda una de las supervivientes, la nonagenaria catalana Carmen Riera. Los niños y las niñas también vivían con sus madres hasta los 3 años. Después eran separados de sus progenitoras.

"En diez días murieron 32 criaturas en Saturraran. El día que falleció mi hija, las monjas dijeron: ¡Un angelito que adorará a Dios! ¡Esto es una gloria! Entonces, yo les arranqué el tocado y les eché fuera. Y ellas no me dejaron ir al entierro". Son palabras de una de las internadas, que vio morir a su hija por desnutrición. Los historiadores constatan que el hambre y las humillaciones fueron habituales en la prisión por parte de las religiosas que la custodiaban. Éstas incluso llegaron a hacer contrabando con las provisiones del centro, mientras las internadas pasaban un "hambre terrible".

Las reclusas y los niños que sobrevivieron, muchas veces lo hicieron por la ayuda que recibieron de vecinos de Deba, Mutriku y Ondarroa, que se acercaban a lugar para llevarles comida y víveres. "¡Sí es verdad que nos ayudaron!", gritó ayer una de las homenajeadas, en mitad del acto. "Lo importante es que no vuelva a pasar", sentenció Riera.

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