Los otros imputados
Editorial de Noticias de Gipuzkoa
Algún día, cuando pueda hacerse un repaso de la administración de justicia española sin la inmediatez de elecciones ni agravios, merecerá un capítulo aparte el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) a partir de la presidencia del magistrado Ruiz Piñeiro, quien recibió la encomienda de su alto cargo de manos de José Mª Aznar en tiempos de la mayoría absoluta y después de que el Gobierno del PP descartase de un manotazo la terna propuesta por el Parlamento de Gasteiz.
El presidente del TSJPV parece que desea pasar a la posteridad, sobre todo, como un hombre leal hacia quien le proveyó en el cargo. Y en ello está, interpretando y aplicando las leyes de forma que sus decisiones coinciden de forma manifiesta con la estrategia política del PP de ahora, que es el mismo que el de antes. Quizá por lo aparatoso, o por lo insólito, o porque sus comparecencias fueron acompañadas de amplias movilizaciones de apoyo, se hayan resaltado más en los medios los casos de Atutxa y la Mesa del Parlamento primero, y del lehendakari Ibarretxe después.
Pero ayer, sin tanto ruido, volvió a repetirse lo que para la inmensa mayoría de la sociedad vasca y buena parte de la no vasca es considerado como un atropello legal. Al íntimo colaborador de Ruiz Piñeiro y juez instructor del caso, Roberto Sáiz , parece que le resulta gratificante hacer desfilar ante sí, y como imputados, a lo más granado de la política vasca. Rodolfo Ares y Patxi López , como representantes de su partido el PSE, se reunieron el 6 de julio de 2006 con Arnaldo Otegi , Rufi Etxeberria y Olatz Dañobeitia , representantes de la sensibilidad política afín a la izquierda abertzale, que no de Batasuna porque ese partido no existe, y así lo declararon ante el juez. La reunión se celebró después de que la Audiencia Nacional, a través del magistrado Baltasar Garzón , avalase su legalidad y previa jurisprudencia del Tribunal Supremo en ese sentido. Las comparecencias judiciales de Otegi y sus compañeros, por desgracia, llegan ya a no ser noticia.
Que dirigentes socialistas como López y Ares se vean imputados en este caso es un honor, y cumplieron su comparecencia con la dignidad de quienes saben de sobra que en el fondo de su imputación hay una clara intención política.
1 comentario:
Hace unos meses la Facultad de Derecho de la Universidad de DEUSTO organizó una mesa redonda sobre "La Politización de la Justicia". No se trataba de abordar ningún conflicto concreto, sino la problemática general de los difíciles equilibrios entre el "Poder Ejecutivo" y el "Poder Judicial".
Los ponentes (Un abogado penalista, un catedrático de Derecho Constitucional) ofrecieron trabajos de impecable factura académica, con citas de Tocqueville, Montesquieu, referencias al Derecho comparado, a los mecanismos que se utilizan en otros países de nuestro entorno para resolver estas discrepancias, etc.; En definitiva la altura intelectual que cabe esperar en una conferencia universitaria.
Hubo sin embargo un ponente cuya exposición no llegó ni de lejos al mínimo nivel científico exigible en una tribuna de una Facultad de Derecho: Se trataba del Sr. Ruiz Piñeiro, Presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco.
Su exposición se limitó a enumerar las injurias recibidas por el colectivo al que representaba, y que llevaba en su particular "Cartapacio de Recortables", un grueso dossier negro con artículos de prensa "dando fe" de las críticas sufridas: Nos castigó innecesariamente con la lectura de algunas, mientras añadía amenazadoramente: "Y lo tengo todo aquí" blandiendo su dossier acusador como esposa maltratada que exhibiera sus moratones en prueba de las intolerables vejaciones sufridas. Fue más que evidente que la interiorización subjetiva de esas críticas por parte del máximo representante de los Jueces en Euskadi era muy negativa, y que las mismas eran percibidas como agresiones brutales, desproporcionadas, y que clamaban justicia, y en ningún modo como "gajes del oficio" de quien por razón del cargo le toca entrar a lidiar en la arena pública.
Lo más irritante de su lamentable intervención fue precisamente eso: La sospecha que quedó flotando en el aire de que el fin último del proceso montado – en contra del criterio del propio Tribunal Supremo - no es tanto hacer Justicia o perseguir el delito, sino hostigar y humillar al Lehendakari y demás querellados, y "vengar" a la Judicatura local de las críticas, a veces quizá injustas, a veces quizá groseras y destempladas, que ha recibido en los últimos tiempos desde los poderes públicos. (¿Una patada quizá al "bocón" Consejero Azkárraga en el culo del Lehendakari?)
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