El 'polo soberanista'

La decisión de EA de no acudir a las próximas elecciones autonómicas en coalición con el PNV ha disparado intensas especulaciones sobre la posibilidad de una acumulación de fuerzas de izquierda –en sentido amplio– para la independencia, una posibilidad que para algunos tendría un sentido táctico electoral y para otros un sentido estratégico a consolidar a medio y largo plazo. Cualquiera de ambas interpretaciones está siendo examinada con interés por el Gobierno español, ya que podrían modificar el status quo de la política vasca si prosperasen.

Es evidente que en Madrid interesa que una lista blanca compita en las próximas elecciones autonómicas porque gracias a la Ley D'Hont la dispersión del voto nacionalista se reflejaría en escaños. Si EA mantiene su propósito de acudir en solitario y Aralar mantiene la misma actitud, no parece que haya tiempo material para la presentación de otra lista con una izquierda abertzale oficial ilegalizada. Imposibilitada tácticamente la consolidación del polo soberanista para las elecciones, la iniciativa estratégica de esa acumulación de fuerzas tiene también un camino plagado de dificultades.

El intento ha sido ya ensayado históricamente con escasa fortuna, y en ese camino desaparecieron siglas como ESB, ESEI y la propia Euskadiko Ezkerra. Quienes a día de hoy están intentando ese experimento desde la discreción, casi desde el boca a oído, y quienes desde EA esperan con toda legitimidad que su partido sea quien lo propicie y colidere, se van a encontrar con el muro infranqueable de la violencia de ETA autoerigida y aceptada por un amplio sector social como vanguardia para la independencia de Euskal Herria. Una ETA que en su asamblea de junio decidió la acumulación de fuerzas, pero no políticas sino de potencia terrorista, para sentar al Gobierno español a la mesa de negociación.

Y este muro, aunque el más trágico y rechazable, no es el único. Quienes de buena fe trabajan por ese polo soberanista sin ETA ni claudicaciones autonomistas deberían tener claro, muy claro, que en el improbable caso de que ETA lo consintiera, nadie iba a poder arrebatar a la izquierda abertzale histórica la hegemonía, el control del movimiento, tras tantos años de lucha y padecimientos. Mientras tanto, en ese polo hace frío, demasiado frío.

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