Entrevista a Manu Montero en Noticias de Gipuzkoa.
El abogado deustuarra se muestra muy crítico respecto de las posibilidades de Patxi López de liderar un gobierno abierto y plural, aunque le concede los cien días de gracia. Montero propone al PNV que no caiga en la autocomplacencia de unos buenos resultados electorales del 1-M y acometa a fondo la autocrítica ya iniciada en su seno, autocrítica que también recomienda a la izquierda abertzale ilegalizada, aunque en este caso no sin un halo de escepticismo.
Euskadi se acuesta hoy con un lehendakari abertzale. Mañana lo hará con uno constitucionalista.
Creo que fue Unamuno quien dijo que en Euskadi no había liberales, sino anticarlistas. Ese pensamiento trasladado al día de hoy significa que en Euskadi no es que haya constitucionalistas, lo que hay son antinacionalistas. El término constitucionalista ha sido una especie de pabellón de conveniencia donde a gente que tiene en común su antinacionalismo le ha servido para navegar. De otra forma, si realmente tuviesen este sentido de cumplimiento y compromiso con la Constitución hace tiempo que no tendríamos el problema de la transferencia de competencias, del incumplimiento de una ley orgánica como es el Estatuto de Gernika que es parte del bloque de constitucionalidad, o de desarrollo del carácter de Estado plurinacional que tiene el Estado español por mandato de la Constitución.
¿Se puede hablar ya de un gobierno frentista o hay que esperar los cien días?
Vamos a tener un gobierno que ha sido engendrado por un partido, el PP, que participó en su elaboración con un concepto frentista. El embarazo está siendo frentista -no hay más que ver las declaraciones de los populares al respecto- y muy identitario desde el punto de vista español, lo cual no deja de ser una paradoja porque ellos han sido los adalides de la lucha contra la identidad vasca. Los aspectos más reseñables del pacto suscrito hacen referencia a aspectos identitarios, pero a la contra, es decir, euskera, educación, Ertzaintza,EITB , cultura... Por tanto, la génesis es identitaria, el embarazo también, y queda por ver cómo va a ser el parto.
¿Y cómo cree que va a ser el alumbramiento?
Creo que va a ser muy partidista porque da la impresión de que Patxi López apunta en esa dirección, ora por la amenaza explícita de ETA contra su gobierno que ha impedido que apenas tengan consejeros independientes, ora porque personas a las que les ha ofrecido integrar su gabinete no se fían de un gobierno que nace con un estigma de frentismo.
¿Atisba dificultades de cara a la gobernabilidad?
No es lo mismo gobernabilidad que centralidad, aunque se están utilizando ambos términos como si significaran lo mismo. Gobernabilidad sin centralidad es una campana sin badajo. Gobernabilidad supone tener 38 parlamentarios en la Cámara de Vitoria, pero si esos 38 los has obtenido por la imposibilidad de presentarse a las urnas de unos y por la concurrencia con un partido con el que no sólo no tienes nada en común, sino que, además, es tu contrincante en casi todas las áreas de la vida, salvo la excepción vasca, eso no es la centralidad, eso es la gobernabilidad muy escorada a la derecha. La propia constatación de que Euskadi es el único sitio donde Partido Socialista y el PP se ponen de acuerdo revela a las claras el hecho diferencial vasco. Así las cosas, es difícil que tengamos el mejor gobierno posible para las circunstancias tan tremendas que vamos a tener relacionadas, sobre todo, con la crisis económica.
¿Cómo va a conciliar el PSE el frentismo que destila el acuerdo con la transversalidad que se le supone?
De muy difícil manera. El problema es que el PP va a jugar con mucha facilidad un papel de gobierno-oposición, esto es, apoyar al Gobierno en Euskadi mientras en Madrid hace una oposición muy dura. Va a pretender achicar espacio al nacionalismo en los elementos simbólicos. Y esto es peligroso porque en Euskadi no existen dos comunidades, existen dos ideologías que conviven y transaccionan. Si se exarceba el enfrentamiento a base de achicar el espacio simbólico (euskera, educación...) y de confundir nacionalismo con terrorismo, se pueden generar elementos de confrontación.
¿Qué margen de maniobra va a tener López?
La tarea más importante de López será embridar a un PP que le va a estar desplazando constantemente hacia la derecha, hacia la irracionalidad en el tema vasco, para dar la impresión de que se hace un cambio de gobierno en los elementos más simbólicos e ideológicos, porque no va a poder hacer cambios en materia de gestión económica. Ya le gustaría a López desarrollar las políticas económicas que ha impulsado el Gobierno de Ibarretxe en los últimos diez años.
El PSE va a mirar con un ojo al Parlamento Vasco y con el otro va a estar pendiente de una eventual moción de censura en Madrid.
Me da la impresión de que PP y PSOE tampoco son dueños de sus propios destinos. Los grandes grupos de comunicación, algunos opinadores públicos y algunas otras terminales sobredeterminan y condicionan a ambos partidos, a los socialistas más que a los populares . Cuando el presidente Zapatero dice que aunque se pierda la estabilidad en el Congreso, lo importante para el interés general de España es la alternancia en Euskadi da la impresión de que sigue la estela que le marcan otros. Es un suicidio político, pero tendrá la aceptación de los forofos de la españolidad.
¿Ve riesgo de involución o revisionismo en avances y consensos logrados en cuestiones sensibles?
Sí, porque la falta de compromiso democrático de alguna gente es clara. Lo explicó bien Mayor Oreja cuando dijo que concedieron el Estatuto de Gernika para ver si los nacionalistas acababan con ETA, pero como no ha sido así ya no valen ni los nacionalistas como gestores ni el Estatuto. El carácter de carta otorgada que en sus genes llevan estos neoconstitucionalistas españoles respecto a las instituciones vascas es el que les hace pensar que esto ha sido un largo y fastidioso recreo que ahora toca a su fin. Todo esto siempre englobado en la lucha contra el terrorismo. De tal forma que los que siguen empeñados en utilizar la violencia política saben que tienen un alto grado de culpa en las posibilidades de regresión del autogobierno vasco, y por tanto son una coartada. Y, por otro lado, los que utilizan esto quieren limitar el autogobierno hasta llegar a una descentralización administrativa.
Para el PNV su desalojo del Gobierno Vasco ¿supone una travesía en el desierto o le abre una oportunidad?
Entra en esta nueva fase en una situación bastante potable debido a sus buenos resultados electorales y porque, además, bajo la dirección silente de Urkullu, ha sido capaz de coser las suturas internas abiertas desde los tiempos de Imaz y presentarse como un partido unido. Y todo ello con el liderazgo de Ibarretxe al que se le ha reprochado que pivotó excesivamente su política en el derecho a decidir, que ideologizó mucho la política vasca, y que se apartó de la centralidad que históricamente ha caracterizado al PNV. Sin embargo, hay que reconocerle que ha sido capaz de pedalear y silbar al mismo tiempo. Mientras silbaba sus melodías soberanistas era capaz de administrar el país con pulcritud, eficacia y éxito.
Hace una década hubiera sido impensable que el PNV fuera desalojado de Ajuria Enea.
El PNV se ha envejecido en cuanto a sus afiliados, en cuanto a sus votantes, pero un partido como éste tiene que ir por delante de la evolución social, tiene que hacer propuestas y tiene que encarar este asunto desde la autocrítica. También ha conocido un envejecimiento en cuanto a las formas de hacer política. Treinta años gestionando las instituciones provocan la pérdida de muchas de las percepciones sociales inmediatas, ya que la interlocución con la sociedad ha sido a través de las instituciones y ha perdido ese olfato directo con el problema. Tiene que afrontar el cambio social y establecer un nuevo diálogo con la ciudadanía vasca. Ese es el reto.
¿No ha pecado el nacionalismo vasco de una sobrecarga de dramatismo ideológico?
La carga épica y retórica ha perdido influencia. La gente ya no se moviliza por cuestiones como el bombardeo de Gernika, sino que quiere saber lo que se le ofrece en cosas que afectan a su vida personal y ésta tiene que ir lo más en paralelo posible con la vida social y política. El PNV encuentra parte de la solución en una revisión de su propia historia. Ha sido un partido político exitoso, porque en cada momento histórico ha sabido leer los cambios sociales y adaptarlos para sí. Se trata, en definitiva, de profundizar en la democracia participativa. Es muy importante abrirse a nuevos sectores sociales y dialogar con ellos. Además, tiene que hacer la gran reflexión sobre sus objetivos de máximos. En una democracia representativa el ciudadano, cuando se levanta por la mañana, no está pendiente de las grandes preguntas. No se levanta preguntándose si seremos independientes o tendremos una cosoberanía. Los partidos no pueden estar haciendo su política a base de contestar a preguntas que la gente normalmente no se hace.
¿Cómo puede salir de esta disyuntiva entre abandonar la épica y ofrecer una propuesta de solución?
Creo que es importante presentar un modelo de cierre de las grandes cuestiones en tanto que las cosas sigan como están, es decir, en tanto que los Estados siguen siendo un actor político real y en tanto que la Unión Europea es una organización con vocación supraestatal. El PNV debería presentar al Estado español y a la UE el modelo definitivo del encaje de las pretensiones nacionalistas dentro del Estado español.
¿Cuál debería de ser ese modelo?
Yo lo defino como la independencia dentro del Estado español y el instrumento sería la constitucionalización de todas las propuestas vascas. Todo ello a través del mecanismo que posibilita la propia Constitución española, a través del desarrollo de la Disposición Adicional de los derechos históricos.
Ibarretxe intentó algo así con su propuesta de Nuevo Estatuto Político, conocido como Plan Ibarretxe.
Efectivamente, lo intentó en parte. Su propuesta hacía referencia a la bilateralidad y a una relación asimétrica. El problema para que no prosperase fue triple: por una parte, el tiempo histórico en el que se produjo, ya que PSE y PP lo vivieron como un intento de exclusión de su existencia política; por otra parte, la persistencia de ETA intentando desviar del debate democrático la consecución de sus objetivos políticos; y, por último, el intento desde el Gobierno Vasco, no desde un partido político, de provocar un debate en el ámbito social. Los grandes cambios políticos e institucionales siempre han necesitado de mayorías muy cualificadas, de otro modo serían cambios muy transitorios.
Luego, residencia la solución del problema vasco en sede parlamentaria.
El Parlamento Vasco es el foro para iniciar el gran debate nacional vasco pendiente para poder hacer esta propuesta de buscar el sistema de constitucionalizar las pretensiones de los vascos dentro de la Constitución española. Esto ya se da en otros países como Reino Unido, donde no tienen una Constitución escrita, o Bélgica, donde sí la tienen redactada, país que está avanzando hacia una concepción más federalizada de sus nacionalidades internas sin llegar a ser independiente.
Ibarretxe lo intentó, pero se encontró con el veto del Estado español.
Porque faltaba lo básico, que es el principio de confianza.
¿Y cómo lograr esa confianza sin renunciar a los postulados propios?
Si alguien no acude a la llamada para la búsqueda de una solución o lo rechaza de plano porque considera que va a ser llevado a un callejón sin salida, es porque no hay confianza. Si cuando alguien le saluda a otro y le dice en euskera "egunon" y el otro le responde "ya empezamos" no es posible no ya un diálogo sino siquiera un principio de aproximación previo al diálogo. Las nuevas circunstancias las posibilitaremos todos día a día, los partidos políticos y los ciudadanos, recuperando la confianza mutua. En el momento en que se haya recuperado esa confianza, habrá bastantes cosas por hacer. Y desde luego lo primero es la desaparición de ETA. No podemos hacer el chantaje de ETA, que nos marque la agenda, dejar de hablar de todas estas cosas hasta que desaparezca.
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