Los nacionalistas ya no podemos dirigirnos sólo a los nuestros
Le gusta esta inmersión en el laboratorio de las ideas que le permite ir más allá de la gestión del despacho del día a día. Javier Balza, consejero de Interior y coordinador del área 'Euskadi-Europa horizonte constitucional' del debate 'Think gaur' del PNV, aboga por una modernización del discurso del nacionalismo vasco, que, asegura, no tiene que perder nervio ideológico en su apuesta por lograr una sociedad cohesionada. «La sociedad vasca ha cambiado, es más abierta y los nacionalistas no debemos dirigirnos sólo a los nuestros», sostiene.
-¿Cómodo en el debate 'Think gaur'?
-Es muy creativo, muy gratificante. Un auténtico regalo. Tengo la sensación de que los últimos diez años me los he pasado en un despacho y me doy cuenta de que, ya sea hablando con la gente en la casa de cultura de Zaia o con el escritor Bernardo Atxaga, la sociedad vive con una normalidad pasmosa cosas que parece que descubrimos en la política.
-¿Y qué conclusión obtiene por ahora?
-Una convicción de que la sociedad vive los referentes políticos e identitarios de forma distinta, la sociedad vasca ha cambiado generacionalmente, ha cambiado de forma de pensar y de vivir. Los instrumentos que se manejan en la política son los mismos que en 1977, con bloques, con tácticas y con referentes ideológicos férreos, y tenemos una sociedad mucho más abierta y plural en la que más que el bienestar económico importa sobre todo el bienestar emocional. Ésa es la esencia. Hay que cambiar algunas convicciones.
-Se le suele emplazar al nacionalismo a que sea más atrevido y más audaz. ¿'Think gaur' está para eso?
-'Think gaur' es precisamente el propósito de que después de 30 años de estar básicamente liderando el desarrollo del país es necesario hacer una parada y un punto de reflexión. Claro que aborda la revisión de los principios del nacionalismo. Pero debemos hacerlo todos, nadie está libre, porque parece que hay una especial querencia por exigirle al nacionalismo que revise sus postulados. El planteamiento nacional vasco es tan moderno o tan poco moderno como el planteamiento nacional español. Evidentemente, en el mundo globalizado tenemos que tener una forma de abordar la identidad de forma mucho más abierta, más global, más plural y más integradora que en el siglo XIX, pero todos tenemos que revisar nuestros postulados, no porque estemos mal sino para estar bien.
-¿No tiene que ver entonces con el 'péndulo patriótico' del PNV que oscila entre el pragmatismo y la ortodoxia?
-No. Es más, una de las líneas que vengo observando en el debate es una reclamación para aproximar los dos conceptos de identidad e ideología, y la gestión del bienestar. El nacionalismo no tiene que renunciar, porque dejaría de serlo, a su planteamiento identitario, a sus principios políticos. Su apuesta por el progreso y el bienestar no es contradictoria con la identidad. Esa aparente dicotomía es un poco un callejón sin salida que te pone el adversario político. ¿Gestión o ideología? ¿Carreteras o soberanía? En absoluto, creemos en el progreso económico y social de este país y creemos que este país tiene una identidad propia.
-¿No es entonces el 'Think gaur' una forma de reorientar una estrategia demasiado centrada en el derecho a decidir?
-No, es más, el 'Think gaur' viene detectando, y eso es una sorpresa agradable, que es un tópico eso de que a la juventud hay que dejar de ponerle ikurriñas porque quiere vivienda. La juventud habla de vivienda porque es un problema real pero a un partido le reclama ideología. Las dos cuestiones que salen siempre es que quieren una definición ideológica y, en segundo lugar, quieren participar directamente y no sólo en las cuestiones identitarias. La gente te dice: me parece muy bien la consulta, pero quiero que me preguntes también por el empleo en el pueblo o por tal o cual vertedero.
-¿El nacionalismo entonces no debe perder nervio ideológico en aras de ser un nacionalismo de bienestar?
-Es que entonces sería una gestoría, lo que nos sigue diferenciando a los partidos políticos en Euskadi sigue siendo el afán ideológico.
-Pero a la vez hay una sociedad que después de muchos años de desencuentro político y de violencia, ¿no está cansada de tanto discurso del conflicto?
-La sociedad no está cansada, sigue percibiendo que éste es el problema, quizá está cansada de la escenificación del desacuerdo. Hay una demanda común para que los partidos hagan un mayor esfuerzo por no generar división. La combinación acertada pasa por tres valores: identidad, cohesión y bienestar. Estoy convencido de que, en cualquier caso, compartimos con el PSOE y con el PP cuestiones muy básicas respecto a la cohesión social, además de un compromiso frente a la violencia. La sociedad está harta de que siempre se oculten esos aspectos del acuerdo y se magnifiquen los del desacuerdo.
-Pero a la vez el nacionalismo es plural.
-Es la sociedad plural. Hay que aplicar la innovación a la política. Desde el fin de la dictadura las anuencias políticas eran absolutas. O eras españolista o eras nacionalista, o eras de un bando o eras del otro. En los primeros años de la transición había poca evolución ideológica y siempre se ha dicho que las barreras eran infranqueables. Esto es lo que, afortunadamente, ha cambiado. La sociedad vive ya de una forma totalmente distinta y maneja información al momento. Hay que tener en cuenta que en este debate ha participado una generación que no ha votado el Estatuto. Nos hemos dado cuenta de que tenemos que cambiar la mentalidad y la acción política. Alguien te puede votar sin ser del PNV y alguien siendo del PNV puede no votarte. Vamos, que los nacionalistas no sólo debemos dirigirnos a los nuestros.
-Pero el tema de fondo es la distancia que se vive respecto a la política.
-En el día a día esto es objetivo. En Euskadi puede haber un cierto hartazgo frente a la permanente escenificación de la imposibilidad del acuerdo. Como dato positivo diría que esa lejanía no es mayor que en el resto de las sociedades de nuestro entorno. Tenemos que aprender a dirigirnos a la sociedad en general y a asumir que alguien, para entender y atender nuestro mensaje, no tiene por qué aceptar el 100% del mismo y ser, por ejemplo, soberanista, patriota a favor del euskera y tener a sus hijos en modelo D.
-¿Ya no se vive la ideología como algo totalizante?
-Claro, ya no es un carné de identidad. Yo era ciudadano de tal, del Athletic y del PNV. Pues no, del Athletic hay que seguir siendo, parece, ciudadano también, pero puedes escoger lo que te gusta de las ofertas políticas de una manera más flexible y selectiva. Por otra parte, se habla de desafección a la política, pero nuestros porcentajes de participación electoral son muy dignos. La gente ya no vota por la trayectoria en la gestión, sólo puntúa si lo haces mal. El mundo de la imagen se ha convertido en una variable fundamental, el 'boca a boca' se ha acabado.
-¿Lo que vale es el sentimiento?
-¿Pero qué sentimiento? La gestión no prima, la gestión es obligada. El gobierno es un problema, tiene otros valores, hoy día se ha acrecentado mucho la exigencia crítica de la ciudadanía. El sentimiento se vive de forma distinta, antes los sentimientos eran totales y enfrentados. Si eras A no podías ser B, eras nacionalista vasco frente al español o viceversa. La sociedad, sobre todo la gente entre 18 y 40 años, ya no lo vive así. Para las nuevas generaciones en el nacionalismo, para esta nueva sociedad vasca, España ha dejado de ser un problema como lo habíamos mamado nosotros. La reivindicación identitaria tampoco lo es. No hacen una apuesta política por hablar euskera, viven con más o menos intensidad en función de su entorno, pero lo viven con absoluta normalidad. No hay una agonía en la reivindicación identitaria. Por eso, el sentimiento cambia, aunque no sé cómo evolucionará esto en el plano político. El joven más nacionalista lo es por sí mismo, no porque sienta una determinada oposición.
-Urkullu ha abogado por trasladar la fórmula del Concierto económico al político. ¿Ve viable un nuevo pacto con el Estado?
-Todo esto presupone un convencimiento real de que el Estatuto tiene mal futuro, que no hay unas vías que vayan a satisfacer aspiraciones políticas de forma integral. Es posible que se transfieran otras dos materias, pero tal como se configura el Estado autonómico, vista la experiencia catalana y nuestra propia experiencia, el Estatuto no va a dar una sensación de aspiración política cumplida al nacionalismo. Porque habría que empezar de cero. El Estatuto puede ser un instrumento de desarrollo económico y social, pero no es un instrumento de capacitación política y satisfacción identitaria. Además, no parece que haya tampoco muchos movimientos alternativos por parte del Estado. No hay una vía abierta desde hace años sobre cómo enfocar la cuestión vasca.
-¿Y a qué cree que se debe?
-Seguramente estaremos influenciados por muchos factores, por ETA, por el escenario post-Lizarra, por el pacto PSOE-PP... pero lo cierto es que no hay vía abierta para enfocar la normalización. Sobre estas dos premisas, una que no me vale a mí y otra que parece que no le vale al Estado, hay que intentar poner encima de la mesa nuevas fórmulas para ver si encontramos un elemento pactista con el Estado. La propuesta de Urkullu es una forma de presentación muy comprensible de este problema. En el Concierto Económico nos ha funcionado. ¿Cuál es la esencia del Concierto? Acuerdo, lealtad, iniciativa propia, bilateralidad y singularidad. Vamos a sacar el zumo a lo que fue el pacto de la transición allá donde parece que ha funcionado.
-¿Se abre la puerta a una reforma estatutaria transversal?
-Un acuerdo basado en la lealtad tiene que ir aparejado a una mesa de normalización en la que se reúnan las distintas sensibilidades. ¿Reforma estatutaria? Para que de verdad sirviera y no volviéramos a estar en un ciclo de frustración, requeriría de una clarísima voluntad política por parte de los agentes principales, en este caso PNV y PSOE. Ir a elementos de reforma estatutaria sin un preconsenso de que vamos a una reforma de calado como instrumento de normalización política no va a servir. ¿Por dónde pasa una reforma de calado? Entre otros aspectos, por construir un nuevo sistema de garantías. Quizá lo primero no es empezar a discutir si somos o no una nación sino si llegamos a un pacto sobre cómo lo vamos a respetar en los próximos 30 años.
-¿Guardando el derecho a decidir en el cajón?
-Lo que no debemos hacer es eso de las renuncias ideológicas. Pero después de 30 años necesitamos hablar de garantías porque no sirven las que están recogidas en el marco constitucional. Si se nos dice que el garante es el Tribunal Constitucional, apaga y vámonos. Creo que después de las elecciones puede darse el espacio para abordar sin tanta hipoteca y con más claridad la situación de los próximos años.
-¿Cómo está viviendo el 'Think gaur' el sector más soberanista del PNV?
-Con aportes ideológicos. La sociedad maneja las palabras con muchos menos miedos y complejos que los políticos. Por ejemplo, Bernardo Atxaga alababa el concepto soberanismo frente al nacionalismo del siglo XIX. Y tiene toda la razón del mundo.
-Tras el último atentado de Pamplona, ¿alguna conclusión?
-Que de nuevo hemos podido estar al borde del abismo. Tenemos una tarea importante que hacer que es poner a los autores de este atentado delante del juez. No hay un dato nuevo que añadir desde un punto de vista de información o de planteamiento de la izquierda abertzale. Ni siquiera si es o no una respuesta a la desarticulación de un comando. Mi reflexión es que no hay cambios en este mundo hasta después de las elecciones. Y que no va a haber cambios en ETA.
1 comentario:
Ya era hora de que alguien hiciera planteamientos realistas y modernos.Empezaba a estar cansado de simplismos como el de la "independencia sin matices".
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