Artículo de Josean Rekondo, portavoz de Eusko Alkartasuna en las Juntas Generales de Gipuzkoa, en Noticias de Gipuzkoa.

La postura de Ezker Batua y Aralar sobre la reforma del Impuesto de Sociedades recuerda al mito platónico de la caverna. Mientras la realidad está ahí fuera, con una economía que vive una crisis que se perfila como una de las más graves de las últimas décadas, estos dos grupos acceden, de espaldas a la realidad, a un juego de sombras y reflejos deformados. Sombras y reflejos de un tiempo de bonanza económica que no se corresponde con la actual situación. Hoy y aquí, es algo más que una metedura de pata no tener en cuenta que la economía del bienestar se sustenta en un binomio inseparable: crear riqueza para repartir. Olvidar que hay que crear puede resultar tentador, pero es vender humo.

El debate sobre la reforma del Impuesto de Sociedades no puede ni debe dejar a un lado las fuerzas sociales que generan la economía de la prosperidad y del bienestar. Es necesario que los emprendedores guipuzcoanos se sientan apoyados en su labor de crear trabajo y riqueza. Y es en este punto donde hay que tener presente la capacidad de la política fiscal de incidir en el avance del bienestar y la cohesión social. La propia Unión Europea considera que "la política fiscal podría desempeñar una función dinámica, estimulando el conocimiento y la innovación como factores de crecimiento".

Gipuzkoa dispone de instrumentos presupuestarios y fiscales para incentivar la economía, a los que no podemos renunciar en un momento en que el futuro de Gipuzkoa y los guipuzcoanos está en juego. La reforma planteada del Impuesto de Sociedades permite:

- Garantizar la recaudación suficiente para conservar el nivel de bienestar y desarrollo humanitario al que hemos llegado.

- Ofrecer a las pymes, que son casi el 80% de la estructura económica guipuzcoana, un tratamiento que ayuda a su consolidación.

- Incentivar un modelo de empresa de futuro, innovadora y competitiva para mantener a Gipuzkoa en la cabecera de Europa.

- Estimular especialmente a las empresas de naturaleza social, de trabajo asociado y cooperativo.

- Mantener la fiscalidad como ventaja del territorio, frente a tendencias deslocalizadoras que no podemos desdeñar.

Esta es la política fiscal que Gipuzkoa necesita, la concebida como estímulo para reactivar la economía y el empleo que, no lo olvidemos, es la principal fuente de bienestar y por tanto el bien principal a proteger. Es también, por otra parte, la estrategia puesta en marcha por la Europa del bienestar, de la que forman parte los estados más avanzados en materia de protección social.

La Gipuzkoa del bienestar precisa de dos fundamentos: una sociedad bien organizada con estímulos sólidos y efectivos para el emprendimiento y la cooperación, y unas instituciones públicas que ejerciten una auténtica política de gobernanza, de integración, cogestión y coparticipación con la sociedad. Estos principios han sido recogidos por el nuevo Impuesto de Sociedades, para atender a los verdaderos intereses y prioridades de la sociedad guipuzcoana:

- Aminorar el impacto de la crisis económica, promoviendo instrumentos fiscales que incentiven el empleo.

- Fomentar la competitividad e innovación de las empresas, bonificando la inversión de los beneficios empresariales en materia de innovación y empleo.

- Dotar a Gipuzkoa de un marco de estabilidad normativa y seguridad jurídica para mejorar sus capacidades de hacer frente a la crisis económica.

Todo ello con una finalidad: aportar sentido social a la creación de riqueza y consolidar una Gipuzkoa del bienestar por la que apuesta la inmensa mayoría de la sociedad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como ejercicio para el lector, yo solamente compararia el ejemplo democratico como alcalde de Hernani de Rekondo en plena socializacion del sufrimiento con la experiencia de alcalde de Lizartza de algun iluminado.

Anónimo dijo...

Básicamente, el mismo discurso de siempre. Reducir los impuestos a los ricos es bueno porque entonces invertirán ese dinero en crear más riqueza para todos.

Sólo falla por un sitio: los ricos invertirán en hacerse más ricos. Quien realmente garantiza que esa pasta se utiliza en algo que se acerque al provecho común (cosa etérea y de díficl clasificación, es más fácil saber qué no es eso, por ejemplo, dejar que los empresarios sigan engordando su cuenta corriente a costa de que la crisis la pague la res pública y trabajadores po cuenta ajena, autonómos y demás, no es bien común), es Hacienda.

Digámoslo llanamente: el empresariado posee más del 70% de riqueza bruta. Pero pagan alrededor del 50% de impuestos directos. Y acabamos de rebajarles esa presión fiscal aún más.

Podemos hablar del mito de la caverna todo lo que queramos...